jueves, 27 de febrero de 2020

SEGUIR LA CRUZ


El texto de este día está en el momento que el discípulo toma decisión sobre el seguimiento a Jesús. En Lucas, en este capítulo 9 acaba de describir la llegada de los apóstoles enviados a predicar, una muchedumbre inmensa es alimentada con la multiplicación. Pedro en respuesta al "¿quién soy yo?", que dice Jesús, proclamando "Tú eres el Mesías". Todo va sobre ruedas, todo resulta de los más gratificante.

Y de repente, un anuncio, un mensaje que cae sobre los más cercanos como un jarro de agua fría. Les habla de padecimiento, rechazo, muerte, y algo aún más sorprendente, resurrección. No entienden nada, les cuesta entender. Y más cuando pasa al plano directo, a cada uno de los oyentes, la cruz, ese símbolo de muerte destinada a criminales y que es el padecimiento más inhumano, dice de hacerla de cada uno. 

A muchos nos puede mover en los afectos entrar en diálogo visual con una imagen del crucificado. Mueve esta visión a descubrir la crueldad del hombre, que hoy también se ensaña con el pequeño e inocente, y la angustia del rostro de un Cristo ensangrentado, llevando al límite su vida. Pero, ¿el mensaje de resurrección? ¿es solo la resolución de la muerte para el que amó hasta el fin? ¿y la nuestra?

A mí, me atrae en sobremanera el mensaje del Crucificado, como el que hoy comparto con vosotros. Es el triunfo, muy elaborado en el románico, del Hijo de Dios que pasa por el mundo haciendo el bien, y su bondad emana la belleza del triunfo en la muerte. Es la dulzura del amor que está por encima de la trágica situación del que cuelga de un madero, clavado por amor, pero que se convierte en el trono de la victoria.

"Mi carga es llevadera" dice Jesús. La carga del amor, que se entrega hasta el último aliento, duele, pero es resurrección, pues es vida, vida que ya triunfa en la entrega abnegada de si mismo. 

Finalizado este texto de Lucas, la siguiente escena (9,28-36) es la transfiguración, anticipo de la Gloria a la que peregrina el Señor.


Lectura del santo evangelio según san Lucas (9,22-25):

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».
Entonces decía a todos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?».

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