La tarde de un otoño prolongado, fue rota por el toque de campanas que sonaba en toda la cuidad episcopal de Tui. Los clientes de las terrazas, o los caminantes vespertinos del paseo de la Corredera, ajenos al calendario de la Iglesia, se preguntaban que fiesta es hoy. Algunos pensarían que Santa Lucía había arrastrado a cientos de personas , entre ellos un grupo nutrido de sacerdotes y religiosos y religiosas. Y suenan y suenan las campanas en este domingo de Laetare, anticipando el canto alegre de este día en el que el júbilo de la Iglesia se extiende por los cielos rompiendo el silencio y marcando un ritmo festivo. Algunos preguntan e incrédulos se quedan sorprendidos, pues, sí es famosa la Puerta Santa de Compostela, que, a la misma hora se abre en la tumba apostólica, pero muchos no sabían que el Jubileo universal abrirán las “Puertas de la misericordia” en todo el mundo. Y preguntan también “¿Pero Tui también tiene Puerta Santa?”. A lo que es buena la respuesta evangélica “ven y verás”.
Llegada la hora prevista el claustro de la sede catedralicia es el escenario para iniciar la celebración. El Señor Obispo, D. Luis Quinteiro, acompañado del Cabildo, los sacerdotes concelebrantes, seminaristas, religiosos/as, y los fieles reunidos entonan el himno jubilar “Misericordes sicut Pater”, las palabras del lema de este año “Misericordiosos como el Padre”. Y comienzan las alabanzas, entonadas por el Obispo y respondidas por todos “Es eterna su misericordia”. En menos de cinco minutos la palabra clave de este jubileo ya penetra, como lluvia en la tierra, en el alma de todos. Misericordia, misericordia, y ésta vuelva a ser escuchada cuando la parábola del texto del Evangelio concluye “hay más alegría por un pecador que se convierte”. Otra de las claves del jubileo es “perdón”, sí, a lo que no estamos acostumbrados a pedir decía el otro día el papa. Con la solemnidad del momento se pronuncia la Bula Pontificia y somos invitados a peregrinar a la casa del Padre. La comitiva se dirige, cantando las letanías de los santos, hasta la puerta principal del templo, hermosa portada en la que quedaron esculpidas por el ingenio del artista escenas del Evangelio que estos próximos días de navidad celebraremos. La Puerta de la misericordia está cerrada y, a una invocación del Obispo, respondemos todos, y el pastor de la Iglesia de Tui- Vigo abre para las puerta para que entremos. Es Cristo quien invita a entrar en El y tener vida y vida para siempre.
Se muestra el Evangeliario que durante este año penetraremos hasta las entrañas mismas del misterio del Dios que nos ama entrañablemente. Y entramos, y resuenan de nuevo las notas del Himno Jubilar, y el canto vuelve a ser oración, y la oración con el incienso que llena toda la estancia sube como plegaria vespertina hasta Dios.
La celebración tiene una sorpresa más. Como en el bautismo que nos acogen en la puerta, así, este día hemos sido recibidos en el umbral de la puerta de la misericordia para entrar en la vida amorosa de Dios. Y ahora hacemos memoria de nuestra incorporación, nuestra entrada en esta familia de los hijos de Dios. Bendecida el agua, el Obispo recorre toda el templo rociando con el agua a todos mientras cantamos “Os bautizados levamos unha nova vestidura, para dicirmos que somos unha nova creatura”. ¿Quién no recuerda la escena del evangelio?, el Padre que abraza a su hijo que regresa y les dice a los criados, ponedle las sandalias en los pies, un anillo en la mano, ponedle una vestidura nueva. La misericordia, el perdón recupera en nosotros la belleza de la filiación.
La peregrinación será signo de ir a Dios y gozar de su amor. El testimonio se hará más visible y se fortalecerá a través de las obras de la misericordia. Y nuestra caridad será más visible en la atención de los últimos.
Invocamos a María “vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”. Obispo, respondemos todos, y el pastor de la Iglesia de Tui- Vigo abre para las puerta para que entremos. Es Cristo quien invita a entrar en El y tener vida y vida para siempre.
Se muestra el Evangeliario que durante este año penetraremos hasta las entrañas mismas del misterio del Dios que nos ama entrañablemente. Y entramos, y resuenan de nuevo las notas del Himno Jubilar, y el canto vuelve a ser oración, y la oración con el incienso que llena toda la estancia sube como plegaria vespertina hasta Dios.
Continúa la celebración y el Obispo invita a los fieles a vivir profundamente cuanto quiere subrayar y destacar el santo Padre al habernos convidado a este Jubileo Extraordinario de sus misericordias.
Elevamos los ojos al cielo y descubrimos encima del altar la imagen de la Virgen. A ella nos dirigimos y la proclamamos con el canto “Mater misericordiae”. Y al finalizar la celebración D. Luis, por disposición del santo Padre, imparte a todos la bendición papal con indulgencia plenaria.
La despedida no podía ser de otra forma “Sed misericordiosos como el Padre, podéis ir en paz”. El Jubileo Extraordinario de la Misericordia ya está abierto, ahora, nos toca a todos hacernos partícipes de este tiempo de Gracia.
La peregrinación será signo de ir a Dios y gozar de su amor. El testimonio se hará más visible y se fortalecerá a través de las obras de la misericordia. Y nuestra caridad será más visible en la atención de los últimos.
Invocamos a María: “vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”.
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