domingo, 9 de julio de 2023

TE BENDECIMOS PADRE


 Queridos amigos y amigas. Jesús ha preparado a sus discípulos para que tengan la disposición adecuada a recibir la misión que él les encomienda de anunciar el Reino. Como hemos comentado en domingos anteriores, esto significa el anuncio de la palabra de Dios y la manifestación de que el Señor actúa en los más débiles, los pobres, los enfermos, y realizando la maravillosa tarea de liberar a los hombres de las ataduras del mal y darles la vida en la resurrección. Las exigencias del reino suponen una radicalidad de entrega que nacen de la respuesta confiada al Dios que se hace ofrenda para la salvación del mundo.

Hoy contemplamos a Jesús en una actitud de oración íntima con el Padre. 

En el evangelio de Mateo este texto o está enmarcado dentro de la revelación de los misterios del reino y en la manifestación de la identidad Jesús. Jesús no es igual que Juan Bautista, ni es un líder social y político, no es un maestro de la ley y su palabra y su acción manifiestan la intimidad con el Padre y su tarea de ser manifestación del corazón misericordioso de Dios. La revelación de los misterios tal y como se comprendía en la antigüedad, y cómo a veces lo comprendemos nosotros, estaba reservado a los que ocupaban grandes puestos y tenían las capacidades intelectuales y los conocimientos para desvelar el misterio del mismo Dios. Pero Jesús nos descubre un Dios cercano, accesible, que pone su mirada de bondad en la realidad cotidiana de las personas. En esta oración de Jesús se nos manifiesta un corazón agradecido porque las cosas de Dios son de los hombres y de las mujeres, de los pobres, sencillos y humildes, y no de aquellos que construyen su vida en el orgullo y la vanidad. Jesús es el puente de ternura, de alivio y descanso entre las luchas y fatigas del hombre que combate cada día para superar las dificultades de su realidad y el corazón entrañable del Padre, el hogar de la fraternidad, la mesa del reino, la vida nueva que ya se hace presente en el anuncio del evangelio.

Jesús nos irá desvelando lo largo de los próximos domingos este misterio del reino a través de las parábolas. Hoy hacemos un alto en el camino y le damos gracias por esta lección orante y por esta invitación a que unidos en el Espíritu seamos nosotros también bendición y agradecimiento al Padre. Es fundamentalmente lo que venimos a realizar en la Eucaristía del domingo. Somos hombres y mujeres que vivimos la realidad cotidiana, que nos reunimos en el nombre del Señor, que aceptamos invitación, que nos sentamos a la mesa de la fraternidad y estamos a la escucha de la palabra. Hemos venido para dar gracias, para bendecir, para la alabanza, para renovar en el amor nuestro sí confiado a la llamada que Jesús nos ha hecho participar en la tarea del reino. Cada domingo venimos con el cansancio de la peregrinación de la vida y tomamos fuerzas en el alimento de la Eucaristía.

Te bendecimos Padre por habernos llamado a vivir en tu amor, a ser tus hijos e hijas, por amarnos hasta el extremo en Jesús


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