domingo, 26 de marzo de 2023

NADA ESTÁ MUERTO

 

Para Jesús, nada está perdido, nadie queda en el olvido, nada cede a la muerte. Nos parece imposible, pero ahí radica lo sorprendente del signo que realiza Jesús. Porque Lázaro, el amigo estaba ya en proceso de putrefacción. Lo imposible para el hombre se abre a la posibilidad de ser una realidad nueva. 

Quiero destacar este domingo unos pequeños detalles en el relato de la resurrección de Lázaro.

En tres ocasiones el evangelista manifiesta los sentimientos de Jesús: se estremece en sus entrañas, dice, se conmueve y llora. Estar delante del sepulcro de su amigo mueve los afectos de un hombre agradecido por la hospitalidad, las muestras de cariño y la cercanía de una familia, la de Marta, María y Lázaro en su hogar de Betania. A veces los amigos establecen lazos de amor fuertes como los de la familia. Esta mañana pide al señor que no permita que nuestro corazón esté rodeado de una coraza infranqueable. Que nunca perdamos los afectos de la amistad. Que no seamos indiferentes ante el sufrimiento de los demás. Que no nos acostumbremos a la visión de la muerte. Nos parece normal ver en el consumo de ocio, cine, tv, nuevas tecnologías, el consumo de imágenes y escenas de sufrimiento y dolor, de muerte violenta y que nos infunden la normalización de esta realidad. Una sociedad violenta y violentada que se acostumbra a visionar la muerte, y que se acaba despersonalizando. Ahondemos en el sentido auténtico de los afectos que nacen de las entrañas.

Para Jesús, nada está perdido ni muerto. Por esta razón, la proclamación de Jesús como resurrección y vida viene a realizar en nosotros una llamada a renovar la vida de fe recibida en el bautismo. Para que nosotros profesemos como Marta "sí creo" debemos haber experimentado la podredumbre del sepulcro, lo indefinible de la finitud más absoluta. Esa realidad y situación es la que Jesús asume hasta las últimas consecuencias para abrir las puertas de los sepulcros donde el hombre yacía desde siglos sin más esperanza en el Dios de la vida.

Xabier Alonso


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