domingo, 17 de julio de 2022

VEN A HOSPEDARTE EN NUESTRA CASA

 


¿Quién puede hospedarse en tu casa?

Y es que Jesús entra en casa de Marta y María. Es acogido, recibido huésped y peregrino. En verdad abrir las puertas de casa es una necesidad, un deber, una obligación, pues descubre nuestra propia identidad, somo seres sociables por naturaleza, llamados al encuentro y al cuidado mutuo. Hospedar da origen a hospital, hospedería, que son palabras que designan los mejores cuidados del otro, en la enfermedad y en el camino de la vida. El que se cierra al otro es una persona hostil, que tiene la misma raíz, pero designa lo contrario. Ser hostil es ser enemigo del otro. Por lo tanto, no ser hospitalario es ser enemigo, crear enemistad, levantar muros de división, encerrarse en uno mismo.

Marta y María acogen a Jesús en su casa, como lo hace Abraham al recibir a los tres personajes que pasan frente a su tienda, dándoles los mejores manjares. Al final del encuentro recibe la promesa de la vida que serán engendrada en el vientre de Sara. Ser hospitalario abre a la vida, tiene una mirada de futuro. En casa de Marta y María, Jesús resucitará a su hermano Lázaro. Y se proclama, el que cree en mi, el que acoge su palabra, tendrá vida eterna.

Jesús viene a los suyos, Jesús planta su tienda en medio de su pueblo, Jesús llama a la puerta y quiere entrar a cenar en tu casa.

Siguiendo la estela de nuestra fe seamos hospitalarios, acogedores, pues es una palabra que también significa "el señor protector de los extranjeros". En esta casa común, este hogar en el que vivimos, que nadie quede fuera, que nadie quede sin casa en la que compartir mantel y descansar del duro trabajo de la vida.

Feliz domingo

Xabier Alonso


Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 38-42):

EN aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:

«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».

Respondiendo, le dijo el Señor:

«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».

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