domingo, 7 de marzo de 2021

ERES TEMPLO SANTO

 


Seguimos el camino cuaresmal. Jesús sube a Jerusalén. Va a celebrar la Pascua. Es e comienzo del evangelio de Juan. Se dueles, o se escandaliza de lo que pasa en el Templo. Todos lo ven como algo normal. No pueden contaminarse del paganismo exterior. El asedio es continuo y su fe se ve amenazada. Ya han colocado estandartes romanos, una imagen de un jabalí, animal impuro en el exterior. Y la amenaza para ellos está en incumplir lo escrupuloso de la ley de Moisés. Por eso ni los animales pueden llevar defecto para el sacrificio, ni las monedas pueden ser extranjeras. ¿Dónde queda Dios? En lo escondido de un espacio cerrado, solo accesible para el sacerdote. A Jesús, conocedor de la promesa hecha por el Señor a David "su padre", le duele más si cabe. No es el templo, sino su pueblo donde Dios quiere habitar. Por eso, si tomamos el evangelio de Juan, vemos que a seguir de esta escena tan conocida vienen dos conversaciones personales: Nicodemo y la Samaritana. Dos palabras: "nacer de nuevo", y "los auténticos adoradores adoran en espíritu y en verdad". Como marco de todo dos signos las bodas de Caná en el cap 2 y la curación del hijo de un funcionario real cap 4

Hoy Jesús entra en el templo donde habita el Señor. Lo primero que a través de esta peregrinación pascual destierra de tu interior, de la vida de cada creyente y de su iglesia aquello que le hace ser lugar de negocio. Expulsa lo que pone precio por la limpieza "aparente" del corazón del hombre. Escucha el grito de Jesús "esta es casa de oración". Nacer de nuevo para ser lugar de adoración. Es casa de encuentro, de diálogo, de vida en su amor. Tu vida y la de esta comunidad es tierra sagrada, es tierra de vida, es tierra de amor.


Lectura del santo evangelio según san Juan (2,13-25):

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?»

Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»

Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.

Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

Buen domingo

Xabier Alonso

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