Hace 29 años los obispos españoles publicaban una exhortación titulada "La verdad os hará libres". En esa época, yo era estudiante en el Seminario Mayor de Vigo, y el profesor de moral nos "invitó" a leer el texto. La lectura, en algunas cosas, la consideraba como demasiado exagerada. Pensaba que los obispos estaban muy cerrados en sus ideas y que era demasiado pesimistas. Los cambios sociales y eclesiales eran brutales, y la formulación de posturas, sobre todo ideológicas, estaban al orden del día. Pero he rescatado un par de párrafos del número 15 que estaban en parte en el trasfonde de la homilía de ayer en las parroquias.
"La proclamación de las libertades formales en nuestro sistema democrático no excluye la emergencia de sutiles formas de enajenación: llamamientos compulsivos al consumismo, imposición desde las técnicas de marketing de modelos de conducta de los que están ausentes valores morales básicos, manipulación de la verdad con informaciones sesgadas e inobjetivas, introducción abierta o subliminal de una propaganda ideológica «oficial» o de la cultura en el poder; frecuentemente antirreligiosa y silenciadora o ridiculizadora de «lo católico».
Durante estos años se ha llevado a cabo un desmantelamiento sistemático de la «moral tradicional»: desmantelamiento que no ha hecho más que destruir; no ha construido, en efecto, nada sobre lo que asentar la vida de nuestro pueblo ni ha establecido un objetivo humano digno de ser perseguido colectivamente; ha sembrado el campo de sal y ha abierto un vacío que no ofrece otra cosa que la pura lucha por intereses o el goce narcisista.
(los subrayados son de mi cosecha)
Desgraciadamente en muchas cosas tengo que darle la razón a los obispos después de tantos años. La razón es ver el doble juego en el que nos sitúan los intereses de unos pocos. Por ejemplo, esta semana nos han llenado de noticias ecológicas, que inundan un sentido de la responsabilidad del cuidado de la "casa común" y en el que, con motivo de la cumbre del clima, todos parecemos convencidos del cambio que debemos asumir y nuestra responsabilidad. Pero, estos mismos, que somos conscientes de la realidad del planeta llenamos nuestras despensas y armarios de un consumo desmedido y desproporcionado. Ayer decía "tenemos muy claro decirle a nuestros hijos cuando es no a la hora de comprar algo que consideramos innecesario, pero, ¿cuando aprendemos nosotros a decir que no?". Las campañas de marketing son bestiales y el consumo de los recursos, la producción de basura y, lo que es más importante, la esclavitud de nuestra libertad, es un precio demasiado grande. Un consumo que va minando el interior del hombre y consumiendo su esperanza, pues no lo puedes tener todo, ni lograrlo todo. Nos quedan unas semanas muy duras en las que aprender a decir que no es el reto de cada día al estar asediados por el atractivo del mundo.
Ayer el papa en la homilía en el Vaticano nos recordaba que lo que adormece y mata la fe es el tener el corazón en las riquezas, en las posesiones, poner la confianza en los bienes, creer que con el solo tener lo puedes tener todo. Cito al papa Francisco:
El consumismo es un virus que afecta a la fe en su raíz, porque te hace creer que la vida depende solo de lo que tienes, por lo que te olvidas de Dios que viene a ti y a quienes te rodean. El Señor viene, sino que sigue los apetitos que te llegan; el hermano llama a tu puerta, pero te molesta porque perturba tus planes, y esta es la actitud egoísta del consumismo. En el Evangelio, cuando Jesús señala los peligros de la fe, no le importan los enemigos poderosos, las hostilidades y las persecuciones. Todo esto sucedió, existe y existirá, pero no debilita la fe. El peligro real, por otro lado, es el que anestesia el corazón: depende del consumo, se deja cargar y disipar por las necesidades
No nos dejemos consumir por el consumo
Te invito a entrar en este enlace sobre consumo responsable
Xabier Alonso
02-12-2019
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